6(66) Centurias Profemas con 13 videntes (O a manera de editorial críptica)


«Toda profecía es críptica»
Jean Baudrillard.

«El simulacro de lo críptico causa estupor en el corazón de los hombres»
Jean Baudrillard también.

«Un profeta es un mal poeta que no se masturba»
George Bataille.

«Traedme al Baudrillard ese, que quiero saber mi futuro sin criptidades»
Un chino Chang.

«Traedme al Bataille ese para que me masturbe»
El otro chino Chang.




Y en el albor del silencio, ante la fauces de la gran bestia que fuma, abrimos el correo electrónico, y el correo decía…


Queridos esclavos Santaella y Urriola:

Se acerca el 2012 y bla bla bla y en pos de ello, francmasones, templarios, rosacruces, jesuitas, skullandbones, búfalos mojados, rotarios, canteros, illuminati, otanistas, onanistas, sionistas, milenaristas, y el Club Bildeberg, todos amigos nuestros, andan ansiosos de conocer el futuro, hablan de finales de mundo, bla bla bla (tachado acá por innecesario). Así que nosotros, siempre serviciales, hemos decidido que ustedes se afanen en lo que llamaremos el proyecto Profema Chang. Queremos profecías, queremos luz, queremos negocios con los milenaristas, conspiradores y demás truchimanes. Cada profecía que armemos aumentará nuestras arcas (y de paso construiremos un búnker, por si acaso).

Y los avaladores del caos, profecías y otras debacles menores, allí, en el ocaso de las miradas, más allá del Sur de las Dos Torres Intrauterinas y entre los polos apátridos de Hister, abrieron las bocas de sus acólitos y adjuntaron la siguiente respuesta (también vía correo electrónico)…

Queridos hermanos Chang:

Hemos reunido a los 13 de los profetas más prominentes del patio. Ellos han trabajado arduamente en la producción de clarividentes visiones crípticas que harán de sus delicias y que encajan perfecto en su modelo de negocio. Acá un adelanto:



Centuria 1
Tin-Quel-Ton no tendrá otra opción
que someterse al mensaje
y asumirlo como la verdad
más sólida y contundente.

Centuria 2
La «salvación» está aquí y ahora,
es la resurrección
del hombre
en un cuerpo excelso,
diáfano y eterno.

Centuria 3
Al fin sale la salamandra
y con terribles contorsiones
se aleja de las llamas.
Pídale que le muestre las pecas.

Centuria 4
Las gotas, espesas,
caían también en el piso,
en la pared y en su conciencia.
Mi única predicción,
es que la tierra
será siempre tierra
y no todos moriremos.

Centuria 5
Mire, no he encontrado ningún reloj,
pero he perdido muchos,
y no hay forma de abrir las puertas
desde adentro.

Centuria 6
El misterio me fue revelado y vi un pedazo del futuro,
un niño se hará hombre al descubrir la belleza.
Esa mujer con piel de serpiente es un «signo».



Este, queridos Chang, será el inicio de nuestro gabinete profético.
Esperamos les haya complacido.

Fedosy Santaella y José Urriola, avaladores
de Apocalipsis terminales y otros desastres parecidos.







Envíe este mensaje 666 veces y evitará que llegue el Fin del Mundo. Si no lo hace, por supuesto, todo se irá a la mierda, pero antes le saldrá culebrilla, herpes y celulitis en los ojos y para colmo un gordito rumbero se mudará a su casa.







(A los acomplejados de siempre, si encuentran algún error ortográfico,
es producto del arrebato místico y profético, y porque, claro está, no sabemos escribir).

Los cuentistas y los adivinos amasan la oscuridad

Por Roberto Echeto ®


Las teorías sobre el cuento suelen ser muy gráficas. Sus redactores (casi siempre luminarias de la literatura) tienden a la exageración; usan imágenes impactantes que deslumbran a los lectores más ingenuos y les hacen creer que escribir un relato se parece a medir triángulos. ¿Cuántas veces hemos leído que el cuento es como un match de boxeo, como un relámpago que ilumina la oscuridad o como un montón de cosas parecidas (y todas impresionantes) que ahora no recuerdo? Ni hablar de las imágenes geométricas, las que decretan que un «buen cuento» es redondo, simétrico, esférico, cuadrado, romboidal... ¿De verdad la geometría euclidiana puede explicar los meandros de la literatura? ¿De verdad un «buen cuento» es geométrico?

Aquí suena una pequeña campana —Tin-Quel-Ton— y preguntamos: ¿qué diablos es un «un buen cuento»? No sólo no lo sabemos, sino que no nos interesa responder esa pregunta.

Vamos dando tumbos por el barranco de la vida. Nos llenamos de cicatrices y hacemos el viaje con el guía interior tratando a cada paso (o a cada vuelta) de crear o de encontrar orden. Porque la vida pura y desnuda no tiene nada de simétrica. El orden lo improvisamos cada uno de nosotros a la hora de revisar nuestros días y de organizarlos en el formato de un discurso. Fuera de las casualidades que nos sorprenden esporádicamente, la vida no dibuja figuras geométricas. Sólo en las historias que contamos, hacemos que nuestras vidas o las de nuestros personajes sigan la ruta de unos cuantos puntos trazados con la finalidad precisa de capturar la atención de los demás. Bien lo dice uno de los preclaros protagonistas de una película de 2009 llena de pólvora y sangre sintética llamada The International: «la diferencia entre la ficción y la vida es que la ficción debe tener sentido».

Suena el timbre otra vez —Tin-Quel-Ton— y añadimos: «pero no hay que abusar».

En estos años extraños abundan los lectores que se dejan encantar por ese simulacro geométrico que contienen ciertas historias cuya calidad luce sobrediseñada y artificial. No me malentiendan. Sé que el arte y la vida no son lo mismo, pero igual creo que un narrador no debe abusar de su papel ni de su talento para trazar puntos y dibujar figuras con las estructuras narrativas. Prefiero los relatos que caen como cascadas o como piedras en un derrumbe (ya estoy usando imágenes exageradas tipo luminaria de la literatura) a los cuentos en los que brotan espectaculares paralelismos y correspondencias súbitas que acentúan hasta el delirio la cualidad artificial de aquello que se narra. Ya la literatura en sí es artificio, engaño, truco. Entonces: ¿para qué cargar las tintas aún más?

Por lo dicho, espero que se note que me interesa escribir cuentos que se parezcan a la vida. No es un asunto de realismo ni de etiquetas semejantes; es otra cosa; es desarrollar la capacidad de ordenar las partes del relato de manera que puedan reproducir la perplejidad, la agonía, la incertidumbre, el absurdo, el dolor, el miedo y la gloria que produce el estar vivos. Ahí no caben geometrías exageradas ni artificiales. Y si caben, créanme que se pondrán viejas. A diferencia de la geometría euclidiana, las geometrías literarias demasiado acentuadas envejecen con rapidez. La simetría que hoy nos pareció una genialidad, mañana, pasado mañana o algún día del futuro, nos parecerá obsoleta. Si no lo creen, lean «Los teólogos» o «Emma Zunz», de Jorge Luis Borges y oigan el sonido que flota en el aire:

Tin-Quel-Ton.

No sé por qué, en este instante, mi memoria de lector desordenado me trae el recuerdo de Tiresias y de los sabios que en la literatura griega leían los hados de los hombres en los oráculos más diversos. Debe ser porque concebir, redactar y corregir un cuento se me parece a eso, a ser un vidente ciego, un trazador de destinos inciertos y ajenos a partir de los indicios más extraños.

Y nada más extraño que la vida.

Centro de atención al cliente para la paz espiritual

Por José Urriola



La máquina de las respuestas infalibles funciona bajo el mismo principio del método Ludovico al que es sometido Alex DeLarge en La naranja mecánica.

El tratamiento dura una semana. Siete días para forjar al hombre nuevo.

Durante el primer día el paciente/recluso es sometido a un test para determinar su grado de depresión o de divorcio con la existencia. Un test para medir cuán perdido se halla en la vida.

El segundo día es de reflexión. Un día entero para pensar y poner en palabras la angustia existencial. El paciente/recluso deberá formular de una manera sencilla y contundente su pregunta. La pregunta. La única que le hará a la máquina. Ésa sobre la cual definirá su existencia a partir del tratamiento.

Al tercer día el paciente/recluso será sometido a una combinación de drogas intravenosas y sublinguales que garanticen la absoluta eficacia del tratamiento. Drogas que estimulen su credibilidad en la máquina infalible y le convenzan de que verdad propuesta por la máquina es absoluta e incuestionable.

Al cuarto día -en absoluta desnudez física y mental- el sujeto será encerrado en el cuarto de la máquina y recibirá el mensaje. Durante 24 horas será expuesto a un mensaje acústico, visual, táctil, olfativo, gustativo o audiovisual que en forma aleatoria la máquina ha escogido para él. Una respuesta que, por voluntad de la máquina, ha sido seleccionada entre millares que podrían aplicar a su caso particular.

No hay forma en la que el paciente/recluso escape al estímulo sensorial y conceptual que en forma ininterrumpida bombardeará la máquina en su cerebro. Durante las 24 horas de recepción el destinatario no tendrá otra opción que someterse al mensaje y asumirlo como la verdad más sólida y contundente que pueda existir para alcanzar la paz espiritual.

Durante la exposición a la máquina al paciente/recluso le será suministrado suero glucosado alternado con un coctel de drogas diseñadas para reforzar su fe en el mensaje (así como una bacinilla dispuesta bajo el asiento para satisfacer sus necesidades fisiológicas en caso de que así lo requiera).

El quinto día es de asimilación. El sujeto deberá ser confinado a 24 horas de encierro solitario en un cuarto absolutamente vacío y de una blancura total donde le sea imposible reconocer dónde acaba el piso, dónde el techo y dónde las paredes. Sólo de esa manera será capaz de concentrarse en las implicaciones del mensaje que ha recibido, en cómo esa respuesta escogida por la máquina se adapta a la pregunta formulada, y en los pasos que habrá de procurarse para encaminar su vida hacia esa verdad que le garantiza la paz espiritual que tanto anhela.

El sexto día será de nuevo un día de reflexión. Deberá dedicarse a la tarea de escoger un mensaje: ya sea un poema, un libro, una película, una canción, una fotografía, un cómic, una ilustración, un objeto artístico, una textura o simplemente una frase (ajena o propia) que necesite dejar sembrada en la memoria de la máquina. No existirá en ningún caso censura ni limitación en cuanto al idioma, procedencia o naturaleza del mensaje que se desee legar.

El séptimo día Dios creó al hombre. Y exactamente de eso se trata el juego de la máquina infalible. Pues, antes de ser liberado, el paciente/recluso volverá a enfrentar a la máquina para dejarle su mensaje personal macerado durante el día anterior. Su verdad. Una verdad que será absoluta, incuestionable y garante de paz espiritual para algún infeliz que mañana se sentará desnudo ante la máquina. Y que con esa respuesta prodigiosa guiará el resto de su existencia… o decidirá acabar con ella de una buena vez.

¿De por qué Mark Zuckerberg es el joven más rico del mundo?

Por José Antonio Parra





Este asunto bien podría ser más un hecho trascendental de naturaleza filosófica que un fenómenos de los negocios o la tecnología. Es algo que está íntimamente ligado a eso que el pensamiento filosófico ha nombrado como representación. Ello, que literalmente quiere decir «volver a presentar», es una problemática mediante la cual se analizan artefactos estéticos literarios y de las artes plásticas, del cine y los géneros espectaculares. Aquí, nos estamos refiriendo al propósito inconsciente que había en Zuckerberg cuando desarrolló la plataforma Facebook con sus algoritmos inherentes.

Los medios han representado a este norteamericano como un joven bastante antisocial y misántropo que comenzó a ahondar en el desarrollo de la red social en tanto una manera de contrapesar sus propias deficiencias relacionales en un artificio cibernético y virtual. Lo que terminó ocurriendo es que este personaje trasladó el ámbito de buena parte de las interrelaciones humanas al territorio de la Internet. Ya el mundo, que de algún modo era hiperreal, migró a un espacio incluso de mayor irrealidad, aunque paradójicamente más real.

En un lenguaje metafórico, Zuckerberg, como uno de los artífices de esta nueva «matrix», debía sacar una buena tajada de la riqueza mundial. Era su parte del botín por ser un eficiente agente en la construcción de la «matrix» y por la creación de un mundo novedoso que ahondara en la ilusión a la que está expuesto el Ser. Zuckerberg perseveró en la hechura de carriles ante cuyo propósito o finalidad no queda más que recurrir a las corrientes evolutivas, a la Teoría de Caos o al trascendentalismo mismo.

Ya había una intencionalidad soterrada en la aparición de la Red, era el traslado de las ideas, conceptos e imágenes mundanas a un lugar novedoso y que no puede ser localizado en ningún lado a pesar de estar en todos los sitios. Era la hechura de la gran edificación y de una ilusión que fue nombrada en el cine como Matrix, tal y como hemos visto en el párrafo anterior. Desde que apareció La Red, sus usuarios han volcado a este contexto imágenes de sus vidas y del mundo que les es cercano y familiar; y no sólo eso, sino que también han recreado en ella el así llamado «conocimiento» en espacios como Wikipedia. Igualmente, el ámbito polimorfo de la erótica y los deseos han encontrado sus propias formas de representación. Los objetos del deseo reaparecen en una imaginería sin límites que va desde fetiches hasta el sadomasoquismo y el incesto en la forma de imágenes de las denominadas mujeres «milfs» y «cougars». Es un volver a presentar al mundo y la génesis del mismo en un lugar que no sabemos dónde queda.

Pero el origen filosófico de este fenómeno de migración hay que buscarlo en la remota antigüedad en la línea del pensamiento idealista. Para hacer corta toda una historia de siglos de evolución del pensamiento uno debe comenzar por Parménides y su Uno, que concibe a la realidad y ultimadamente al cosmos como una totalidad donde lo múltiple es unitivo. A partir de ello, Platón plantea al mundo material —que él nombra como Mundo de lo Aparente— en tanto reflejo de un reflejo de lo verdaderamente real que estaría constituido por ideas. En esta tradición; los neoplatónicos, con Plotino a la cabeza, profundizan esta cosmogonía de la realidad como una imitación del llamado Nous o Mundo de lo Inteligible, que sería una suerte de mundo constituido por las ciencias exactas y el lenguaje, por el saber y los andamiajes que nos permiten interpretar y formarnos una idea de la realidad. A su vez este estadio de lo Inteligible sería una imitación o «reflejo» de lo verdaderamente real constituido por ese Uno que genera el resto de las realidades; el Nous y el mundo sensible o la realidad que vemos aquí y ahora. Lo Uno también tiene la propiedad de acuerdo a esta mirada de autogenerarse. Como puede verse, el mundo que percibimos sería la representación de una realidad otra e ideal que los platónicos conciben como lo verdaderamente real. En estas analogías, el mundo de Facebook es una representación del mundo de interrelaciones que se da en el plano que podríamos llamar «real» o temporal, donde toman lugar los días y las noches y donde el espíritu de lo humano encarna en personas que vemos cotidianamente. Este mundo «real» es el espacio de la piel y los fluidos, a secas.

La Escuela Neoplatónica imbricó al resto de las escuelas de la antigüedad y al pensamiento moderno occidental hasta llegar a las vedettes del pensamiento Lacan y Baudrillard en el siglo XX. Así, el Pitagorismo de la antigüedad —que ha sido llamado despectivamente secta— concibe a la realidad como constituida por números —que provendrían ultimadamente del Mundo de lo ideal o de lo Uno y que se relacionan entre sí mediante la Ley de Armonía. Éste es el «matrix» literal de la antigüedad. De hecho, en la película misma en cierto momento de epifanía de Neo —One— la realidad «máxima» es representada como constituida por números binarios, suerte de mundo numérico basado en la dualidad. Pienso aquí en el dualismo Oriental con su Yin y Yang y las paradojas del taoísmo.

Llegado el siglo XX, Baudrillard replantea el asunto del mundo ilusorio —reflejo de un reflejo— y lo nombra hiperreal —como dije al principio, algo más real que lo real, pero paradójicamente irreal. Nuevamente estamos ante el dilema de la experiencia existencial en la que lo Real —y aquí es con mayúscula— ha desaparecido, o quizá nunca fue, sino que es representación de una cosa otra que apenas intuimos. Lacan nombra a lo que está más allá del conocimiento y por ende del lenguaje como Lo Real, que no puede ser dicho. Lo mismo plantea 2400 años atrás Lao Tzu con su Tao Cósmico en tanto que no puede ser nombrado.

Desde la perspectiva del mundo Facebook; el «usuario» en su rol de figura virtual no tiene noción de su existencia por hallarse en un momento previo al estadio de conciencia y sólo existe en la mirada del usuario real que está fuera de la Red en el Mundo «real» y de quien es sólo imitación, reflejo o avatar. No obstante, en Facebook y ahora en Google+, existen seres virtuales que interactúan, que son amigos, que se vinculan como parejas y que tienen todo un entorno mundial geográfico y circunstancial. El «mundo» está vuelto a presentar, no sólo a partir de usuarios «reales» que se sientan fuera de ese mundo otro con un teclado por delante, sino que esa realidad virtual está constituida sobre la base de números binarios que bien pueden estar relacionados entre sí mediante una Ley de Armonía, a partir de teoremas y algoritmos, pero de los cuales las personas virtuales no tienen noción, por aún carecer del fenómeno cognitivo —conciencia tanto de sí como de su mundo—. En este momento de evolución de la Red y de los seres virtuales, Lo Real lacaniano sería esa conciencia misma que aún no ha sido verbalizada y convertida discurso.

Habíamos partido del hecho de que el valor que recibe Zuckerberg como intercambio monetario por haber ejecutado la migración de lo social desde el ámbito «planetario» al ámbito virtual es la gran suma de dinero, bienes y poder que le hacen el joven más rico del mundo. En este instante, ese antiguo estudiante de Harvard es sólo el eslabón de una cadena que se inició con Bill Gates.

De hecho Gates dio configuración a una entelequia global constituida por el software que posibilitó que una serie masiva de máquinas se interconectaran al aparecer los navegadores Netscape y Explorer y que pudiesen iniciar la subida de datos —los ladrillos de la «matrix»— a ese territorio que se llamó Internet; en otras palabras, volcar el mundo en la «matrix». El siguiente escalafón estuvo constituido por la filosofía que lanzó Google al ubicar esa «matrix» y toda la data que le constituye en una nueva entelequia conocida como La Nube y que permite prescindir de las máquinas individuales que suben o bajan información o «pedacitos» de realidad virtual. Hoy en día, en un afán por hacer «lo nuevo» —con absoluta inconsciencia del significado y del propósito inherente a ello— millones de «usuarios» del mundo «real» registran su entorno y su mundo en imágenes que inmediatamente suben a la «matrix» o Nube. Igualmente sus circunstancias o su «qué estás pensando» sube a la red. Es la hechura vertiginosa de un mundo nuevo que carece aún de conciencia de sí.

Ya se ha vaticinado, en relación a la así llamada «Iglesia de Google», el devenir de un mundo en el que concluyan los estados nacionales y las corporaciones. En ese sentido se están movilizando las fuerzas telúricas de La Red; Anonymous actúa de manera decidida hackeando portales de gobiernos y corporaciones que procuran la censura del conocimiento humano para ejercer el poder hegemónico. Este nuevo grupo invita a manifestaciones pacíficas en todo el orbe. Incluso, este mismo texto lo estás leyendo desde La Red sin que existan intermediaciones de los medios tradicionales como un llamado a tomar conciencia del fenómeno de metamorfosis. Incluso los mecanismos de intercambio económico se prevé que sean de naturaleza unitiva en el marco de lo que bien podría ser denominado la Moneda Google. Así, en una confluencia de la psicodelia y el neoanarquismo se habla utópicamente de una figura mítica y mesiánica conocida como el Rey Ra, que en 2025 vendrá para reinar todo el orbe en un clima de armonía y paz mundial, más allá de los estados y las corporaciones que para entonces habrán desaparecido.

Sin embargo, el gran vaticinio lo constituye el tiempo cuando el elegido para el gran premio migre la conciencia de lo humano; es decir la conciencia de sí y de su nueva realidad a la Internet misma. En ese momento el humano de carne y hueso será prescindible, habremos en ese instante asistido a una realidad inédita, a un «Mundo Cyber» con conciencia de sí que producirá sus propios Parménides, Platones, Plotinos, Pitágoras, Apolonios de Tiana, Laos, Lacan, Jesucristos y Mahomas.

La «salvación» está aquí y ahora, es la resurrección del hombre en un cuerpo excelso, diáfano y eterno; el cuerpo virtual, que es reflejo de un reflejo, de un reflejo, de un reflejo, de una idea alguna vez fue postulada por Platón y Plotino. El botín mayor será para ese «elegido», que en un camino opuesto al del Neo del film Matrix, nos suma en una apariencia aún mayor. Ése es el Prometeo hecho epifanía, la máquina y La Nube con noción de sí y de lo existencial. Ya para entonces lo humano habrá arrojado su semilla desenvuelta para existir fuera de sí. Ello permitirá la desaparición de una raza hecha de carne y de sangre, de fluido y sudor luego de haber llevado a cabo el impulso primordial de imitar y reproducir. La consumación definitiva del deseo total en un goce infinito, el goce de la creación y de lo divino.

Notas apócrifas sobre el final [algunas señales vistas y no comprendidas]

Por: --------------------------------
[puede haber sido escrito por Humberto Valdivieso. La primera página no se recuperó]





Título: Otlot.
Asunto: la semana pasada habló el sacerdote yoruba.
[Trascripción incompleta]

«Una palabra como tantos caracoles, un principio de semillas blancas, una frente descrita como un lago y mi mano: que golpea tu pecho como a la puerta de un templo».

Título: El oficio de los reptiles.
Asunto: un predicador escupe fuego en Caracas.
[Trascripción incompleta]

«Al fin sale la salamandra y con terribles contorsiones se aleja de las llamas. Su piel muestra que ha llegado el tiempo y está dispuesta a liquidar, en la primera embestida, la insolente castidad de la luna».

Título: Manhattan 2010.
Asunto: muestra de arte transgénico en el MOMA (Algunos comentarios hechos por el público).
[Trascripción incompleta]

—Tiene la cara adormecida, las manos ebrias: es un sol estático, inmutable.
—Su lecho es mármol, piedra. Se levanta y hunde su piel en la peinadora, en el perfume.
—No estamos seguros de reconocer su figura velada por la bruma, por el manto de círculos y rayas.
—Nos mira y finge colocarse su vestimenta.
—Nos volteamos, nos alejamos y luego la pretendemos de un golpe, de un paso, de un gesto sin poder volver sobre su aliento.
—La observamos, nos espía y adormecida murmura en nuestra contra acertijos y números extraños.

Título: (ilegible en la transcripción)
Asunto: escrito en una Moleskine (13 periodistas muertos en Bagdad).
[Trascripción incompleta]

La he sentido temblar
abrir al infinito sus ojos de dragón.
He escuchado las gotas de sangre caer
segundo a segundo
desde su lengua prodigiosa.
No hay una historia. Son las 3 de la mañana.
Forcejea como un huracán, canta un mantra:
¿por qué le has abandonado?
¿por qué le has abandonado?
¿por qué le has abandonado?
No hay historia, ni periodismo: la conozco, la he amarrado.
En Bagdad no hay placer. Tembló, olimos el rocío sangriento: sus ojos
y el incienso.

Nota al borde de la Moleskine: mientras tanto, tras la muralla, una multitud de siete mil; engañada y trastornada gritará que no hay lamento tan grande como la muerte.

Consulta. (Fragmento de la novela inédita PANDA)

Por Ricardo Cie


Eugenio Rodríguez no vio cuando se dislocaron las vértebras del cuello del gallo que se retorcía en las manos del cubano Fermín, pero las oyó claramente. No era fácil ver, porque Fermín estaba de espalda y él tenía puesto aún el casco de la moto. Si el gallo hubiera podido gritar, la acción hubiera sido más escandalosa, pero no por eso menos espeluznante.

—Tú tranquilo, brother. Si te da cosita no tienes que mirar. Concéntrate en lo que le quieres pedir a la diosa, que de la ofrenda me encargo yo.

El fuerte acento cubano de Fermín, el Babalao, pretendía ser tranquilizador. Pero inmediatamente empezó a rezar en un idioma extraño (¿Africano?), a gran velocidad, mientras su espalda tapaba, a ratos, lo que estaba haciendo. Las veces que no lo tapó, le mostraron a Eugenio el gallo, sin cabeza en las manos de Fermín, vaciando por el cuello cercenado toda la sangre de su cuerpo en una sopera de cerámica. Las gotas, espesas, caían también en el piso, en la pared y en su conciencia.

Eugenio cerró los ojos. Se repitió las palabras que le dijo Esteban cuando le recomendó hacerse una «consulta» con el babalao: «A mí tampoco me gusta lo de matar animales, pero yo no lo estoy haciendo. Yo le pido ayuda a Él y Él es el que cree que me ayuda sacrificando animales. Yo no voy a que mate animales, yo voy a que me ayude con mis cosas. Y desde que voy me va de poca madre». No había terminado de rememorar cuando un buen chorro de sangre tibia saltó del cuello del gallo para estrellarse en el visor del casco. Algo bueno tuvo finalmente el absurdo asunto del casco, pensó Eugenio, mientras la sangre empezaba a gotear desde el borde del maldito artilugio que no podía quitarse de la cabeza.

—Emi o mona kan eyi ti nba gba r’elejogun o. Eyi nab gba r’elejogun, eyi nba gba r’elejogun. Egbe ope o. Emi o mona kan eyi ti nba gba r’elejogun o. Eyi nab gba r’elejogun, eyi nba gba r’elejogun. Egbe ope o. Emi o mona kan eyi ti nba gba r’elejogun o. Eyi nab gba r’elejogun, eyi nba gba r’elejogun. Egbe ope o. Emi o mona kan eyi ti nba gba r’elejogun o. Eyi nab gba r’elejogun, eyi nba gba r’elejogun. Egbe ope o. Emi o mona kan eyi ti nba gba r’elejogun o. Eyi nab gba r’elejogun, eyi nba gba r’elejogun. Egbe ope o —Fermín disparaba sus frases, a una velocidad inusitada, mientras arrancaba unas plumas del cuerpo ya vacío del gallo y las echaba en la ecléctica mezcla de verduras, polvos y especias de la sopera que tenía enfrente.

Fermín siguió con su ritual y Eugenio no lograba controlar sus pensamientos. Inicialmente quiso obedecer y mantenerse en las ideas de mejora en su vida que le permitieran un respiro. En realidad, él no buscaba mejorar su vida. Ya había abandonado hasta esa idea. Últimamente, Eugenio se conformaba con que la vida fuera simplemente menos desastrosa. Allí fue cuando perdió la autoridad frente a sus pensamientos, porque éstos se lanzaron velozmente por la ruta que él mismo acababa de trazar. Empezaron a rastrear la enorme cadena de eventos calamitosos que desde muy pequeño habían marcado su existencia.

1. Se vio de tres años, recibiendo un triciclo hermoso que le regalaba su padrino. Era la tarde de su fiesta de cumpleaños. Se vio posando para una foto en el triciclo que aún tenía el moño azul de regalo. Y vio cómo sus primos de seis, seite y nueve años acabaron despatarrando el triciclo hasta dejarlo inservible apenas unas horas después, antes incluso de romper la piñata y cortar el pastel.

2. Se vio de seis, vestido y peinado para recibir a sus invitados en la nueva celebración de cumpleaños. Se vio tres horas después vestido y peinado pero lloroso, su mamá consolándolo, porque no había llegado ni un niño a la fiesta. Un error en la fecha de la invitación, pero difícil de entender a los seis años. De ahí en adelante no habría más fiestas. Eugenio las “cambió” por un regalo más grande y un pastel en estricto círculo familiar.

3. Se vio de catorce, en la esquina de una calle, con sus libros de estudio en las manos. Vio cómo al pasar por delante de él un Jeep, el copiloto sacaba la mano y le daba un sonoro cachetazo en plena cara. Cayó al piso y la rueda trasera del vehículo le pasó por encima de la pierna.

4. Se vio dos semanas después del atropello, viendo un partido de fútbol en silla de ruedas. Vio el cañonazo desviado que pateó el delantero del equipo local y cómo el balón, sin compasión alguna, se estrelló en su cara haciéndolo caer de espaldas con silla de ruedas y todo.

5. Se vio finalmente esa mañana, saliendo de su edificio con el casco en la mano hacia la moto. Tomó el casco, se lo puso. Y en cámara lenta, observó el momento exacto en que, mientras él bajaba la visera del casco, una abeja particularmente malhumorada, se coló en el pequeño espacio que quedaba abierto antes de que la visera cerrara, quedando encerrada y furiosa, entre el vidrio y la cara de Eugenio. Ya a velocidad normal, corrió, trató de abrir la visera, gritó, cayó al piso, se revolcó, golpeó su cabeza con el casco en un tronco de árbol numerosas veces (como si eso pudiera arreglar algo) y luego de segundos que fueron siglos, logró abrir la visera. La abeja escapó y su alergia hereditaria a las picadas de insectos se encargó de triplicar el tamaño de su cara en 8 segundos exactos, con le casco puesto.

Ya no se lo pudo sacar. Su cara quedó dolorida y atorada dentro del casco. Por eso tuvo que estar todo el día haciendo sus diligencias con él puesto. Por eso casi lo detienen en el banco. Por eso el chorro de sangre del gallo muerto en la “sesión” con Fermín, no le había caído directamente a la cara.

De vuelta a la sesión, ya Fermín terminaba sus rezos y acto seguido metió los cuerpos y cabezas de los tres gallos utilizados en una bolsa negra que le puso en las manos a Eugenio.

—Esta parte te toca a ti, brother. Te llevas contigo esta bolsa. No la abras, no los mires, no la toques mucho. Si no puedes llegar a algún lugar solitario o a un bosque o algo así ahora, déjala fuera de tu casa y esta noche la llevas a un sitio bien lejos, la tiras y te vas sin voltear a mirar siquiera.

—Y ya con esto, ¿van a mejorar las cosas? ¿Voy a sentir algo? ¿Alguna señal de que el proceso funcionó?

—Brother, esto debería tener un efecto inmediato. Tampoco creas que se te va a destrancar ese casco saliendo por la puerta, ya que los caminos de los dioses a veces son confusos, pero tienes que empezar a sentir que las cosas se encarrilan. Y te digo algo más, con total honestidad: Yo tengo ya 20 años tratando gente y lo que te hice es caro porque es un recurso extremo y poderoso. Si tus cosas no mejoran con esto, no sé qué animal vamos a tener que sacrificar.

No todos moriremos

Por Ricardo Ramírez Requena




No son pocos los que se han desvelado mirando las estrellas. Yo entiendo poco ese desvelo, el trasnocho, la espera de las horas. Sé de los babilonios y de los asirios, de los egipcios y romanos escrutando el cielo. Somos viejos en este planeta.

Aquí en mi lugar, todo es noche, nada brilla y sin embargo amanece.

Al nacer, mis padres, leyendo las arenas en un puño, anunciaron un camino duro y fructífero de años, solo. Y solo he vivido. No he encontrado compañera. Mis días han sido iguales, mis hábitos lo mismo.

Tantas historias que he escuchado sobre las estrellas, tantas predicciones. Las pregonan los que viven afuera, cuando vienen de paso. Dicen que se acabará el mundo. Dicen que todos moriremos. Que falta poco. Me han dejado escrito más de una docena de horóscopos. Lo hacen cabizcabajos, viendo mi morada, la ausencia de brillo en las cavidades de mi rostro.

Yo entierro mis uñas en la arena, sin abrir los ojos. Mi única predicción, es que la tierra será siempre tierra y no todos moriremos.

Soy de los pocos que conoce, entonces, la esperanza de una compañera. Hay otros solos que nunca llegarán a verla.

Nosotros, los Topos, junto con algunas especies que nunca observamos las estrellas, que no sabemos de zodíacos ni ascendentes, de trígonos o conjunciones, aprendimos hace tiempo:

No se puede esperar a alguien ni cavar en lo profundo, tan solo mirando a las estrellas.

Alejandro Jodorowsky En sus propias palabras

Por Daniel Centeno

 

Toda época ha tenido un charlatán o un ilusionista. Rasputín fue para la dinastía Romanov luz, augurio y esperanza. Por medio de la hipnosis, la sanación y algún oficio de sátiro fue elevado al pedestal de un dios privado y exclusivo. Lamentablemente, la historia desatendió todos sus pronósticos cuando la razón también llegó muy tarde para sus fieles.

Con Alejandro Jodorowsky Prullansky (Chile, 1929) cuesta no caer en estas odiosas comparaciones. El personaje parece haber probado el absoluto. Su currículo es como para atascar la memoria virtual de una computadora: escritor, filósofo, dramaturgo, actor, poeta, creador de movimientos artísticos, director de cine, guionista de historietas, instructor de tarot, chamán y psicomago.

La última habilidad es la que en la actualidad lo tiene más ocupado. La creó él mismo, sin ayuda, y nadie sabe muy bien de qué trata. Cuando habla o escribe sobre ella, abundan las penumbras. Quizás allí reside su éxito. Jodorowsky proclama que tan sólo él, su hijo Cristóbal y su esposa Mariana Costa son las únicas personas en el universo con autoridad para aplicar esta técnica de sanación espiritual, capaz de resolver conflictos interiores, bajo una mezcla de chamanismo, tarotismo, psicoanálisis, filosofía oriental, misticismo, culturas antiguas —en general—, reencarnación, gnosticismo, Nueva Era y el efecto patético del teatro.

—¿Para qué seguir esta entrevista, si me estás preguntando todo lo que sale en mis libros? Allí están las respuestas —suelta Jodorowsky, un poco malgeniado, a los cinco minutos del encuentro y con ganas de incorporarse de su asiento.

En ese momento aparece una mujer de unos cuarenta años, quien se le acerca con actitud de fanática new age. Alejandro sonríe.

—Perdone que los interrumpa —dice la señora con la emoción a flor de piel—, pero no puedo irme sin felicitarlo por todo lo que ha hecho por mí, por las enseñanzas en sus libros... Lo admiro, y mire cómo es el mundo. Quería decirle todo esto y no sabía cómo. Hasta que me encontré este regalito en el bar, exactamente a mi lado y se lo obsequio con todo cariño porque es una señal que tiene que significar algo.

La mujer le extiende una pequeña libélula de fantasía, un poco desvencijada y con un ala rota. Jodorowsky la coge con mucha cortesía. Y su admiradora se va desbordada de dicha. Después examina el golpeado adornito, con un poco de aburrimiento y dice con picardía e incomodidad:

—¡Mira lo que me regalaron!...

Ríe y la entrevista se endereza.


Sin palabras
Todo lo de Jodorowsky tiene el tufo de lo ceremonial. Sus biografías arrancan cuando cumple 24 años y decide dos cosas trascendentales: quemar todas sus fotos y salir de su país de nacimiento.

«Yo tenía un grupo de pantomima y títeres en Chile —comenta con suficiencia—. Poseía mucho público y me consideraba un tipo genial. Desde entonces pensaba en términos de viñetas. Cuando llegué a Francia estudié con el maestro de Marceau, Étienne Decroux. Había pisado suelo galo y todavía no estaba Marcel, se encontraba de gira. Así que me formé con su tutor mientras lo esperaba a él. Cuando llegó, y me admitió en su compañía, me humilló. Me dio un papelito de un ciego y luego el de un matón de un bar, al que le pegaban un puñetazo y toda la compañía pasaba sobre él. Me pagaba tres dólares diarios, me trató muy mal. Yo era una superestrella en Chile y bajé del todo a la nada. Pero le aguanté sus cosas y fui subiendo. Y cuando hizo la gira, ya éramos tres con Marceau. Yo llegué al máximo que se podía llegar con él: a sostener los letreros. Lo hacía tan bien que me aplaudían, y me dije: “Esto no es para mí. Yo no puedo estar sosteniéndole los letreros a alguien. Tampoco puedo llegar a viejo, de blanco, con la cara llena de arrugas, siendo un payaso. No es para mí, lo mío es escribir pantomima”. Y eso hice. Marceu dijo que sólo dos personas han escrito para él: Un muerto y un vivo. El muerto es Gogol y el vivo soy yo».

Jodorowsky toma un respiro. Está seguro de sí mismo y, con esa actitud, retoma una historia que quiere dejar en claro.

«No quería entrar a la escuela de Marceu, quería derrocarlo. Nunca fue mi maestro. Cuando llegué a trabajar con él me di cuenta de cosas que me gustaban y cosas que no. Por eso empecé a ponerle nota, del 1 al 7. Un día Marcel las vio, se molestó mucho y me dijo: “¿Quién eres tú? En Chile te conocen, aquí no eres nadie”. Luego me corrió de su compañía. Yo no me dejé, porque soy muy perseverante, y le dije: “Mira, yo tengo talento, pruébame y verás que te puedo servir”. Lo hizo y me acogió nuevamente. Allí yo vi quién era Marceau, y me di cuenta de que era el mimo más genial que pudiera existir. Nació mimo. En eso era mejor que yo, pero yo era mucho más inteligente. Entonces, noté que sus pantomimas eran muy cómicas, chaplinescas, pero sin un contenido metafísico. Así que le escribí El fabricante de máscaras, La jaula, El devorador de corazones. Le encantaron y todavía las monta. Eso relanzó su carrera y yo me hice escritor. Quedamos muy amigos. Cuando él quiere renovar una o dos pantomimas, siempre me llama y yo se las escribo. El hombre es un genio; yo soy ingenioso. Gano mis derechos de autor, que no son muchos. Dan para una buena cena por mes, que me la paga Marceu. Así que llevo treinta años teniendo mi cena por un mes».


Ataque de pánico
«Yo soy y no chileno. Soy un ciudadano del universo. Es muy chico ser ciudadano del mundo», comenta antes de detenerse en otra de sus ocurrencias: el grupo Pánico. El movimiento fue un colectivo creado en el París de 1962 por el dramaturgo español Fernando Arrabal, el pintor francés Roland Topor y el mismo Jodorowsky. De nombre deudor al dios Pan, y con enormes influencias del surrealismo, fue disuelto por el aprendiz de mimo en 1973.

«No profeso lo que dicen Arrabal ni Topor, porque cuando hicimos el grupo Pánico no era algo ideológico, sino una actitud de rebeldía en la que queríamos ir más lejos que los otros colectivos. Cada cual iba en su línea. El surrealismo era el gran movimiento artístico del siglo y lo adorábamos, pero André Breton ya era un Papa y echaba a la gente que no le gustaba. Nosotros dijimos que en el Pánico entraba todo lo que no quería el surrealismo. Aceptamos el rock, el videoclip, la pornografía, la pintura abstracta, todo lo que Breton no quería. Al final, se transformó en un grupo político-literario. Fue muy maravilloso. Ahora cuando me fotografían con Arrabal, y antes con Topor, no es que sea una comunión de ideas sino una de intenciones: de romper con lo establecido».

Los tipos de Pánico hicieron algunas cosas. La mayoría de éstas suelen levitar en las atmósferas del mito y la leyenda. Lo que más se ha documentado fueron sus esfuerzos por contar con Salvador Dalí en sus ocurrencias, las obras tardías que presentaron en teatro, una que otra historieta o libro desperdigado y algunas piezas cinematográficas.

«Yo quería que actuara Dalí en una de mis películas, y el tipo me probó. Me puso una adivinanza: “Yo iba mucho con Picasso por la playa, un día paramos y encontrábamos un reloj. ¿Usted ha encontrado muchos relojes?” Me lo preguntó delante de mucha gente. Era un problema porque, si decía que había encontrado muchos relojes, era un vanidoso que me ponía a su altura; y si decía que no, era un estúpido. Así que me salió esta respuesta sola, gracias a mis años de entrenamiento con mi maestro zen: “Mire, no he encontrado ningún reloj, pero he perdido muchos”. Entonces, Dalí me dijo: “Bueno, voy a trabajar contigo, pero a cien mil dólares la hora. Quiero ser el actor mejor pagado del mundo”. Y yo le dije: “Muy bien, necesito su nombre y le hago el contrato por una hora”. Entonces, tuve a Dalí por cien mil dólares que no era nada. Muchos querían contar con Salvador y militar en sus filas. Octavio Paz, por ejemplo, no era surrealista y nunca lo admiré como poeta. Cuando habla de budismo, no sabe de eso, no fue iniciado, no es mago, no es nada. Es un diplomático. Entiendo que Dalí lo torturara. Yo vi cómo lo hizo con Pasolini. Él quería que Dalí le diera El gran masturbador gratis para los afiches de su película Saló. Dalí estaba en un restaurante comiendo camarones de agua dulce, entonces, Pasolini le decía: “Deme el cuadro”, y el otro le respondía: “Cien mil dólares”, y le metía un camarón en la boca. Entonces, Pasolini volvía: “Deme el cuadro, no tengo dinero”, y el otro con sus camarones. Así estuvieron como una hora entre camarones, y Dalí nunca le dio el cuadro», ríe al evocar la anécdota. 



Vida de carteles
Al hablar de cine, el nombre de Alejandro Jodorowsky cobra otro tamiz. Autor de culto, con una propuesta rompedora, llena de elementos esotéricos y pinceladas surrealistas, ha calado con comodidad en un público más afín a la cultura pop. Protegido por admiradores tan dispares como John Lennon y Marilyn Manson, sus inicios no fueron nada idílicos. Su primera película, Fando y Lis, adaptación de la obra homónima de Fernando Arrabal, fue proyectada en 1967 en el Festival de Acapulco, de donde su director salió disparado ante un intento de linchamiento. Cuentan los entendidos que, en medio de tanta indignación, el Indio Fernández sacó su pistola para pegarle unos cuantos tiros entre ceja y ceja. De más está decir que el instinto de conservación de Jodorowsky fue más rápido que cualquier bala.

Con su segunda incursión cinematográfica las cosas mejoraron. El topo se transformó en un western de culto, atípico, y que le dio un reconocimiento internacional que todavía persiste. La prueba más fehaciente la cuenta sin rubor: Una vez vio un video inspirado en otro de sus filmes, La montaña sagrada. El artista respondía al nombre de Marilyn Manson. Aunque no entendió la música del hombre, le encantó su personalidad. Incluso fantaseó en él como un actor acorde con su propuesta artística.

«A los quince días suena el teléfono y es él —comenta con una enorme sonrisa—. Me dijo que era admirador de mis películas, que había logrado conseguir mi teléfono y que quería actuar conmigo. Después me invitó a un concierto en Irlanda, otro en París, nos vimos en Los Ángeles y nos hicimos amigos. Dice que soy su mentor, su guía espiritual en el cine. Fue un regalo para mí, porque los jóvenes lo supieron al instante. Cuando fui a México a firmar libros, tenía una cola de niños de trece años con la cara de Manson en sus franelas. Fue un regalo del cielo. Me hizo popular entre los jóvenes… Creo que eso pasa porque mis películas son atemporales. La razón fue que nunca usé cosas de la realidad. La última se llamaría Los hijos de El Topo. No es la continuación, pero son los hijos que llegan a una zona llamada Abelcaín y se funden en uno solo. La época de El Topo era la del padre, ahora estamos en la de la guerra entre los hijos, los palestinos pelean contra los judíos, en Yugoslavia es igual. Ahora todo es un problema entre hermanos. Manson va a actuar conmigo, porque parece que la película se va hacer. Para realizar Santa sangre tuve que batirme seis años hasta que lo logré. Hace más de una década que no hago una película. Es probable que ésta sí salga».

Cuando habla de esos largos paréntesis entre proyectos, sabe a lo que se refiere. Su cine suele toparse con innumerables obstáculos para su realización. Sin embargo, estos hiatos han sido beneficiosos en el campo del cómic, en donde terminó vertiendo su universo de metafísica y ciencia ficción, bajo las intocables viñetas de El Incal y la Casta de los Metabarones, dibujadas por Moebius y Juan Giménez, respectivamente.

«Comencé a hacer guiones para cómics empujado por la miseria —zanja sin rubor—. Yo estaba realizando una película llamada Tusk, el productor era un estafador que se declaró en quiebra y no me pagó. De pronto me quedé sin nada. Luego me puse a escribir un guión para la cinta Dune, que tampoco se hizo y que terminó por dirigir David Lynch. Entonces me cansé del cine, me di cuenta de que no tenía productores y un artista no debería tenerlos, más bien, necesita crear su propia empresa. ¿Entonces qué me quedaba para ganarme la vida? La imaginación. ¿Dónde puedo aplicarla? Y me acordé que era amigo de Moebius y de otros dibujantes que trabajaron en el proyecto de Dune. Así que pensé: fracasar no existe; existe cambiar de camino. Lo que no pude hacer en cine lo voy hacer en cómic, me dije. Y así empezó todo. Cada vez que fracaso, cambio de ruta. En ese medio expresé todo lo que no pude en el cine. Ahora mismo estoy haciendo un western que se llama Bouncer. Estos eran los porteros de los bares, los que echaban a los borrachos del far west. El mío es un manco que trabaja en una cantina llamada El infierno. Son historias muy shakesperianas. Ese cómic tiene muchísimo éxito en Francia, más que todo lo que haya hecho antes. Incluso vende más que El Incal».



Un poco de zen
Es momento de volver al inicio de todo esto. Ahora Alejandro Jodorowsky es psicomago y tiene una libélula en la mano. Desde hace algunos años vive en Vincennes, cerca de París, donde lee el Tarot e imparte conferencias sobre sus teorías en el café Le Téméraire del Boulevard Daumesnil. Cuando sale de su país de residencia, suele causar revuelo entre la gente mayor, ansiosa de sanaciones y por saber su futuro, y entre los jóvenes que aún esperan escuchar sus vivencias en el cine, algunos adelantos sobre las historietas que hornea, su coqueteo con el chamanismo, el poder del peyote y las anécdotas que guarda de Carlos Castaneda.


«Nada de lo mío viene de la cabeza, es desde la propia experiencia. Empecé con un pequeño conceptito, porque la gente le gustaba que le leyera el Tarot. El mío es como un test psicológico. Yo le decía: “Éste es tu trauma. Estás enamorada de tu padre, ¿y ahora qué haces?” Entonces, me puse a pensar que, a diferencia del psicoanálisis, no es ninguna solución saber lo que te pasa sin siquiera intentar remediarlo. Así que, poco a poco, empecé a dar consejos de psicomagia, luego escribí el libro homónimo. Después vino La danza de la realidad en donde todo está más desarrollado. Cuando fui a Bilbao había mil personas esperándome. ¿Por qué? Porque es útil, si no, no viniera tanta gente. Es un psicoanálisis rápido. No lo elimina, pero economiza años. Es decir, en lugar de estar cinco años allí, con un consejo de psicomagia te ahorras dos. Yo intento curar problemas más simples: “Dejé de fumar pero todavía tengo ganas; se murió mi hijo, cómo me consuelo; me enamoré de un hombre que se fue y quedé amarrada”».

Ahora su postura dista mucho de la de sus inicios. Podría resumirse en una sola frase: el arte tiene que servir para curar. El riesgo que corre como persona parece tenerlo más que claro: ser confundido como otro apóstol de la autoayuda, un loco, un oportunista, un vendedor de humo.

«Me gusta que un escritor haga un libro para ser útil —suelta a manera de defensa—. No de autoayuda, porque eso es una porquería, nada del ratón que se comió un queso... ¿Si es difícil ser útil sin caer en lo cursi de Coelho? Él es kitsch. ¿Por qué se vende tanto la autoayuda? La verdadera necesidad de la gente es que está cansada de la literatura, en donde el autor expresa su ego, su angustia, su desesperación, su culo... ¿Para qué leer esto? ¿Para entretenerse un poco? Mejor ver la tele o ir al cine. Déjame un libro en el que sea útil. Si no lo soy, para qué escribo. Esa es la diferencia que tengo con Arrabal. Lo quiero mucho, es mi gran amigo, el último que me va quedando, pero él lo que quiere es ser admirado. Va a contar cosas de matemáticas, de ajedrez, con las que te quedas pasmado porque no entiendes. Lo aplaudes y lo admiras, pero no te sirve. Igual era Castaneda. Yo no me puedo tirar en un precipicio y volar, no me puedo convertir en perro, no puedo transformarme en estrella... De qué me sirve que me lo cuenten, si no lo puedo hacer. Lo imposible no me interesa, ni tampoco que me quieran. Busco ser útil. El arte o es útil o no vale la pena».

Todavía tiene la libélula en la mano. Cuenta algunos casos antológicos, mientras la mueve entre sus dedos. Habla de un libro que tiene en preparación sobre unas conversaciones que sostuvo dos años seguidos con un maestro zen. También aprovecha para acotar que incluirá cinco enseñanzas con mujeres sabias que lo orientaron tanto como el mejor maestro masculino.

«He ayudado a mucha gente. Incluso logré que mi amigo Camuel volviera a ser maestro de Tarot. Fue una de las curas por las que estoy más contento... Los males de amor son muy complicados. Tuve que inventar el psicochamanismo, porque estos, los duelos y las pérdidas de territorio son los más duros. Y eso derivó en la psicogenealogía que también he creado. ¿Tú estás enamorado? ¿Quieres que te aconseje? —pregunta, en plan cómplice, mientras señala al aparato—: Entonces, apaga el grabador y escucha con atención lo que te voy a decir porque eso no se puede publicar».


El Escorial
2002




 (Del libro Retratos hablados, Colección Debate, Random House Mondadori, 2010)

Arturo, 2012

Por Joaquin Ortega


 (Ilustración de Art Spielgman)


If the Apocalypse comes, beep me
Buffy, the Vampire Slayer

Arturo es torpe como lo fue su padre
Recuerda claramente, la vergüenza que han sido sus compañeras
En cada noviazgo su fuerza es la estrella
Y la perfecta caída, nunca termina sin una risa desde las gradas
Arturo compró una mascota para alguien
Se llama Eloísa, su amiga… y en su barrio nadie nunca la vio entrar
La mascota es para Eloísa
No tiene nombre y es tranquila
La mascota, a veces, es un poco cruel con animales pequeños
Pero Eloísa sonríe con sus gracias y mira complacida el ritmo de trabajo de Arturo
En el teatro Arturo busca a las personas
Las lleva y trae de hoteles y restaurantes
Sufre callado mientras algunas actrices lloran
Y mira con rabia a quienes las hacen llorar
En su auto a veces quiere meditar, pero es mejor estar alerta
El motor se apaga
Arturo sabe que el auto se agazapa, parece una mascota… y espera por el pulso para tomar una nueva cabalgata
Arturo oye fantasmas en su cabina
Arturo los espanta con fotografías de catedrales y superficies afiladas como aspas de una licuadora
Ya en casa de nuevo, acaricia a la mascota y Eloísa sonríe hasta la mañana siguiente
Arturo casi no duerme
A veces cree ver destellos entre los árboles que dan contra su pared
En su cuarto un bosque entra por la ventana
Y las risas de un colegio que sólo recibe clases entre sombras
Y las risas se le cuelan desde adentro del jergón frío, como una nube de collares hechos en el polo
O muy lejos de donde está ahora su primera mascota
Eloísa sigue jugando con la traviesa nueva amiga
Ya es de día y Arturo lava sus manos en agua salpicada de alcohol
Es mejor prever contra las bacterias
Contra el miedo, los ojos van bien abiertos
Contra cualquier sucio, la mejor desinfección
Arturo sube al auto a dos actrices luego de una larga tradición de llanto
Y las lleva un hotel para que duerman y coman bien
Pero Arturo sabe que Eloísa tiene ganas de reírse con nuevas amigas
Y la mascota se divierte ahora debajo de un colchón
Las actrices siempre dicen que sí, para visitar la casa de Arturo
Él es respetuoso y simpático
Siempre espera hasta tarde y es servicial
Por eso nadie le niega una visita, entrada por salida a su casa
El hogar de Arturo es más grande por dentro que por fuera
Y no hay forma de abrir las puertas desde adentro
Tal vez, sólo si eres Arturo
Pero Arturo espera en la fachada, por el fin de un mundo
Y adentro Eloísa y la mascota son amas y anfitrionas
Las actrices ahora lloran mejor que sobre las tablas
Eloísa aprieta fuerte y da algunos bocados en plan de juego
Su mascota se llama Hambre y juega con ella y con las actrices desde que Arturo se la regaló
Arturo espera afuera con el motor detenido
Con los ojos abiertos, le late mansamente el corazón

Un lunar extraño en mi costado izquierdo

Por Carlos Zerpa



Creemos lo que queremos creer.
Demóstenes.



Sucedió cuando tenía 18 años de edad, justo el día de mi cumpleaños, a la misma hora de mi nacimiento; fue el 31 de Julio de 1968 a las 10 de la mañana.

Tengo un lunar extraño en mi costado izquierdo, es un lunar de mancha en forma de pez, pero lo más curioso es que dicho lunar tiene, a su vez, otro lunar dentro. Es un lunar de punto, que está situado justo en lo que vendría a ser la cabeza del pez a manera de ojo. Pues ese día, el de mi cumpleaños, dicho lunar-pez me comenzó a doler desde tempranas horas de la mañana, pero en verdad no le hice caso, ya que me encontraba pasándome unas agradables vacaciones en la ciudad de las montañas nevadas de Mérida, en Venezuela. Aunque no se lo había dicho a nadie, me disponía a pasar mi cumpleaños numero 18, tomando ron «Santa Teresa» con una pandilla de viejos amigos y con una muchacha de ojos grandes, la que me quería llevar a la cama; hacer el amor el día de mi cumpleaños sería un verdadero auto regalo.

Al levantarme, y de inmediato, tal como hacía (y aún hoy en día continúo haciéndolo), puse en ayunas «Birthday», la maravillosa pieza de los Beatles compuesta por el Lennon y el McCartney con aquello de: You say it's your birthday, It's my birthday too, yeah... They say it's you birthday, We're gonna have a good time, I'm glad it's your birthday... Happy birthday to you... De inmediato me preparé un batido en la licuadora de tomates verdes con zumo de limón y me fui a la calle, dichoso y contento. Mis 18 no eran otra cosa que el tomar la determinante decisión de dedicarme a ser artista plástico a costa de lo fuera; de montarme en mi motocicleta BSA de 500 cc, color naranja; de tener mi cabellera cada vez mas larga bajando por mi espalda; de usar mi uniforme diario, mis bluejeans desteñidos; el practicar Karate Do; el ser partícipe de la revolución de John Lennon; y ser cada vez más como mis ídolos: Bruce Lee, Tristan Tzara, Federico Fellini, el Conde de Lautréamont, Los Beatles, Jimi Hendrix, Los Rolling Stones e indudablemente ser como mi gurú, el gran Frank Zappa y las Madres de la Invención. ¿Qué mas podía pedir? Salud, dinero, amor, suerte… paz, sexo y rock and roll.

Salí entonces a la calle y mientras caminaba por el parque de los Chorros de Milla algo aconteció; el dolor del lunar empezó a cubrir todo mi cuerpo y me sentí con fiebre de 40 grados. Entonces me tiré sobre el pasto verde al lado de la cascada de aguas heladas y cristalinas, y sucedió algo en verdad mágico: alcé los ojos al cielo y las nubes se separaron para hacerme ver otra de ellas, una nube blanca en forma de pez, en forma de mi lunar. Fue entonces cuando el misterio me fue revelado y vi un pedazo del futuro, tal cual como le sucedió a Juan el del Apocalipsis.

1. Ya los discos no serían de vinilo negro, sino plateados, pequeños y se escucharían no en un tocadiscos de aguja, sino en uno con lectura de rayo láser. Los casetes dejarían de existir… Esto era una locura.

2. Unos discos iguales se pondrían en aparatos llamados «computadoras» y podíamos grabar y poner en ellas fotografías, películas, textos y música… La música la tomaríamos y la bajaríamos de la misma computadora.

3. Con esa computadora podríamos comunicarnos, escribirnos, hablarnos, ver películas, intercambiar imágenes, música y tener toda la información como si de una biblioteca internacional se tratara.

4. Ya no nos escribiríamos cartas por correo, sino que lo haríamos a través del mismo sistema de computadoras, del correo electrónico.


5. Podríamos ver en la televisión las películas poniendo uno de estos discos plateados. Los televisores serían completamente planos.

6. La fotografía se haría con cámaras sin rollos fotográficos, ni cuartos oscuros, ni ácidos para revelar.

7. Las películas y videos se harían también con el mismo método.

8. Los teléfonos, cual Dick Tracy, cabrían en nuestro bolsillo, y podríamos utilizarlos por medio de satélites y se llamarían celulares. Con ellos, como si fuesen computadoras, podríamos escribir y mandar textos, escuchar música, tener acceso a todo el mundo. Con estos teléfonos podríamos tomar fotos y hasta videos.

9. Se inventaría un rayo llamado Láser, el cual serviría para la fotografía, la medicina y la música, pero también como arma de guerra.

10. Se harían clonaciones de animales y de seres humanos… Jajaja, vi una oveja clonada idéntica a la otra.

11. Todos los jóvenes estarían tatuados y con aros en sus orejas, cejas, ombligos y hasta en la lengua.

12. El rock and roll no moriría. Sólo se transformaría, y en vez de hippies surgirían punks, yuppies, darks, grunges, heavymetaleros y una cantidad de nombres que no entendía.

13. Los anteojos serían intraoculares o de contacto.

14. Las tarjetas de plástico substituirían al dinero, se llamarían tarjetas de crédito o de débito, pero al final de cuentas era el dios dinero quien mandaba.
15. La música estaría comprimida en algo llamado MP3 y podríamos almacenar en un dispositivo del tamaño de una cajetilla de fósforos más de mil canciones las cuales podríamos también escuchar.

16. El Fantasma de la Guerra seguiría, más y más guerras, y los poderosos continuarían oprimiendo a sus hermanos. La Guerra seguiría vigente.

17. «Armagedón» estaba a las puertas, las armas serían muy sofisticadas, unas tóxicas, otras atómicas y otras bacteriológicas, «Maranata», saludaban los Cristianos. El Apocalipsis era una realidad… Tsunamis, volcanes haciendo erupción, terremotos… Yo estaba aterrado.

Un gran resplandor iluminó entonces el espacio y la visión desapareció. Yo temblaba de miedo, quedé como drogado, no entendía lo que había visto y por muchísimos años pensé que todo era fruto de mi imaginación, de tanta ciencia ficción leída o vista en películas, quizás estos eran atisbos de vidas en otros planetas… yo que sé.

Nunca le conté a nadie esta experiencia, la guardé para mí. Pero hoy me topé con un cuaderno doble línea marca Caribe de esa misma época, y al revisarlo y releer sus paginas, me encontré con ese listado del futuro y rescribí esta historia para ustedes.

Mayas 2.0

Por José Javier Rojas


Los oráculos están muy desprestigiados en los tiempos que corren. Solo los tontos del culo, como diría Pérez Reverte, se ponen a pararle a semejante manga delirante de farsantes que posan de tales a estas alturas del té. No leo un horóscopo como no sea coaccionado por mi mujer, a quien le perdono esas idiosincrasias porque me quiere y me perdona de corazón que escriba barbaridades como esta, que por supuesto solo le daré a leer en mi lecho de muerte, y eso, si acaso.

¿Recuerdan al Walter Mercado encopetado, encapotado, maquillado y maricón a la enésima potencia dando brinquitos en cámara como si fuera a arrancarse con una canción de Raphael? En comparación, Horangel y sus doce patíbularios eran un cónclave cardenalicio, casi que una junta médica deliberando una operación vital. Aquellos polvos nos han traído estos deslaves, y de apenas ese par o un poco más de precursores no llega una legión de mamarrachos sin cortapisas. Ahora al contagioso desatino colectivo se suma la impudicia y el desparpajo para hacer el ridículo y colaborar con el embrutecimiento universal y el desorden infernal al convertir el conocimiento milenario de culturas ancestrales en estupideces y reducirlo a supercherías y supersticiones dignas de toda desconfianza.

Nadie sabe en qué creer, del escepticismo materialista positivista sobradote pasan (vía susto mortal, vía crisis existencial, vía santa Bárbara cuando atruena, Ángel de la Guarda qué cagazón cargo maldito choro toma la cartera y vete no me mates panita) a la credulidad incluyente sin discriminar el grano de la paja loca así que se la van inventando adoptando todo lo que van recogiendo en un pasticho sincrético sin pies ni cabeza, mientras más descabellado y gratuito, mejor. Porque como de que vuelan, vuelan, pues venga Feng Shui, venga yoga, venga runas y vengan apariciones marianas en tortas de naiboa y no se les levanta ni una ceja invocando la libertad de cultos y qué pasa cuál es tu peo, a la hora de creer cada uno cree lo que le provoca cuándo hiciste tú un postgrado en teología comparada, bolsiclón que te crees Bill Maher. The Flying Spagetti Monster y todo lo que venga encima, amén. Ya sea porque no dan en el blanco las profecías que se van sacando de la manga al buen tuntún, ya porque sus enunciados son tan oscuros que parecen textos de semiólogos franceses hablando en clave, servidor de ustedes huye de todos ellos como si fueran testigos de Jehová o miembros de la cienciología o vendedores de Herbalife...

Sin embargo, y todo sea por colaborar con la destrucción definitiva de este miserable mundo, vengan unas profecías de mi propia inspiración (si acierto aunque sea una, es señal unívoca de que cualquiera puede ser oráculo):

Un canalla saldrá impune de un crimen atroz.

Una persona justa será sometida injustamente al escarnio.

Una mujer amará a un patán mientras que despreciará al pobre imbécil que sí la quiere.

Un hombre dejará a su familia por una putita que lo dejará a su vez arruinado, maleteado y solo.

Un zoquete será elegido por una multitud de sus semejantes como su gobernante.

Un artista sin talento será aclamado.

Una persona extraviada encontrará lo que no se le había perdido justo cuando no lo estaba buscando.

Un hombre verá la luz justo antes de que se la corten.

Un niño se hará hombre al descubrir la belleza.

Una lágrima será derramada en vano.

Una promesa será cumplida.

Un anciano dará las gracias al último joven noble.

Un clamor será atendido.

Un entuerto será enderezado.

Un muchacho leerá a Cortázar por primera vez.

Un gato le sonreirá a Alicia.

Alguien leerá estas líneas y pensará que terminaron mejor de lo que empezaron.