Centro de atención al cliente para la paz espiritual

Por José Urriola



La máquina de las respuestas infalibles funciona bajo el mismo principio del método Ludovico al que es sometido Alex DeLarge en La naranja mecánica.

El tratamiento dura una semana. Siete días para forjar al hombre nuevo.

Durante el primer día el paciente/recluso es sometido a un test para determinar su grado de depresión o de divorcio con la existencia. Un test para medir cuán perdido se halla en la vida.

El segundo día es de reflexión. Un día entero para pensar y poner en palabras la angustia existencial. El paciente/recluso deberá formular de una manera sencilla y contundente su pregunta. La pregunta. La única que le hará a la máquina. Ésa sobre la cual definirá su existencia a partir del tratamiento.

Al tercer día el paciente/recluso será sometido a una combinación de drogas intravenosas y sublinguales que garanticen la absoluta eficacia del tratamiento. Drogas que estimulen su credibilidad en la máquina infalible y le convenzan de que verdad propuesta por la máquina es absoluta e incuestionable.

Al cuarto día -en absoluta desnudez física y mental- el sujeto será encerrado en el cuarto de la máquina y recibirá el mensaje. Durante 24 horas será expuesto a un mensaje acústico, visual, táctil, olfativo, gustativo o audiovisual que en forma aleatoria la máquina ha escogido para él. Una respuesta que, por voluntad de la máquina, ha sido seleccionada entre millares que podrían aplicar a su caso particular.

No hay forma en la que el paciente/recluso escape al estímulo sensorial y conceptual que en forma ininterrumpida bombardeará la máquina en su cerebro. Durante las 24 horas de recepción el destinatario no tendrá otra opción que someterse al mensaje y asumirlo como la verdad más sólida y contundente que pueda existir para alcanzar la paz espiritual.

Durante la exposición a la máquina al paciente/recluso le será suministrado suero glucosado alternado con un coctel de drogas diseñadas para reforzar su fe en el mensaje (así como una bacinilla dispuesta bajo el asiento para satisfacer sus necesidades fisiológicas en caso de que así lo requiera).

El quinto día es de asimilación. El sujeto deberá ser confinado a 24 horas de encierro solitario en un cuarto absolutamente vacío y de una blancura total donde le sea imposible reconocer dónde acaba el piso, dónde el techo y dónde las paredes. Sólo de esa manera será capaz de concentrarse en las implicaciones del mensaje que ha recibido, en cómo esa respuesta escogida por la máquina se adapta a la pregunta formulada, y en los pasos que habrá de procurarse para encaminar su vida hacia esa verdad que le garantiza la paz espiritual que tanto anhela.

El sexto día será de nuevo un día de reflexión. Deberá dedicarse a la tarea de escoger un mensaje: ya sea un poema, un libro, una película, una canción, una fotografía, un cómic, una ilustración, un objeto artístico, una textura o simplemente una frase (ajena o propia) que necesite dejar sembrada en la memoria de la máquina. No existirá en ningún caso censura ni limitación en cuanto al idioma, procedencia o naturaleza del mensaje que se desee legar.

El séptimo día Dios creó al hombre. Y exactamente de eso se trata el juego de la máquina infalible. Pues, antes de ser liberado, el paciente/recluso volverá a enfrentar a la máquina para dejarle su mensaje personal macerado durante el día anterior. Su verdad. Una verdad que será absoluta, incuestionable y garante de paz espiritual para algún infeliz que mañana se sentará desnudo ante la máquina. Y que con esa respuesta prodigiosa guiará el resto de su existencia… o decidirá acabar con ella de una buena vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de un viaje de séptimos días con sus donaciones respectivas debe haber en esa máquina unas imágenes y unos poemas y unos recuerdos bien buenos. ¿No podrá uno darse una pasadita por ahí sin que nadie le quite nada?