¿De por qué Mark Zuckerberg es el joven más rico del mundo?

Por José Antonio Parra





Este asunto bien podría ser más un hecho trascendental de naturaleza filosófica que un fenómenos de los negocios o la tecnología. Es algo que está íntimamente ligado a eso que el pensamiento filosófico ha nombrado como representación. Ello, que literalmente quiere decir «volver a presentar», es una problemática mediante la cual se analizan artefactos estéticos literarios y de las artes plásticas, del cine y los géneros espectaculares. Aquí, nos estamos refiriendo al propósito inconsciente que había en Zuckerberg cuando desarrolló la plataforma Facebook con sus algoritmos inherentes.

Los medios han representado a este norteamericano como un joven bastante antisocial y misántropo que comenzó a ahondar en el desarrollo de la red social en tanto una manera de contrapesar sus propias deficiencias relacionales en un artificio cibernético y virtual. Lo que terminó ocurriendo es que este personaje trasladó el ámbito de buena parte de las interrelaciones humanas al territorio de la Internet. Ya el mundo, que de algún modo era hiperreal, migró a un espacio incluso de mayor irrealidad, aunque paradójicamente más real.

En un lenguaje metafórico, Zuckerberg, como uno de los artífices de esta nueva «matrix», debía sacar una buena tajada de la riqueza mundial. Era su parte del botín por ser un eficiente agente en la construcción de la «matrix» y por la creación de un mundo novedoso que ahondara en la ilusión a la que está expuesto el Ser. Zuckerberg perseveró en la hechura de carriles ante cuyo propósito o finalidad no queda más que recurrir a las corrientes evolutivas, a la Teoría de Caos o al trascendentalismo mismo.

Ya había una intencionalidad soterrada en la aparición de la Red, era el traslado de las ideas, conceptos e imágenes mundanas a un lugar novedoso y que no puede ser localizado en ningún lado a pesar de estar en todos los sitios. Era la hechura de la gran edificación y de una ilusión que fue nombrada en el cine como Matrix, tal y como hemos visto en el párrafo anterior. Desde que apareció La Red, sus usuarios han volcado a este contexto imágenes de sus vidas y del mundo que les es cercano y familiar; y no sólo eso, sino que también han recreado en ella el así llamado «conocimiento» en espacios como Wikipedia. Igualmente, el ámbito polimorfo de la erótica y los deseos han encontrado sus propias formas de representación. Los objetos del deseo reaparecen en una imaginería sin límites que va desde fetiches hasta el sadomasoquismo y el incesto en la forma de imágenes de las denominadas mujeres «milfs» y «cougars». Es un volver a presentar al mundo y la génesis del mismo en un lugar que no sabemos dónde queda.

Pero el origen filosófico de este fenómeno de migración hay que buscarlo en la remota antigüedad en la línea del pensamiento idealista. Para hacer corta toda una historia de siglos de evolución del pensamiento uno debe comenzar por Parménides y su Uno, que concibe a la realidad y ultimadamente al cosmos como una totalidad donde lo múltiple es unitivo. A partir de ello, Platón plantea al mundo material —que él nombra como Mundo de lo Aparente— en tanto reflejo de un reflejo de lo verdaderamente real que estaría constituido por ideas. En esta tradición; los neoplatónicos, con Plotino a la cabeza, profundizan esta cosmogonía de la realidad como una imitación del llamado Nous o Mundo de lo Inteligible, que sería una suerte de mundo constituido por las ciencias exactas y el lenguaje, por el saber y los andamiajes que nos permiten interpretar y formarnos una idea de la realidad. A su vez este estadio de lo Inteligible sería una imitación o «reflejo» de lo verdaderamente real constituido por ese Uno que genera el resto de las realidades; el Nous y el mundo sensible o la realidad que vemos aquí y ahora. Lo Uno también tiene la propiedad de acuerdo a esta mirada de autogenerarse. Como puede verse, el mundo que percibimos sería la representación de una realidad otra e ideal que los platónicos conciben como lo verdaderamente real. En estas analogías, el mundo de Facebook es una representación del mundo de interrelaciones que se da en el plano que podríamos llamar «real» o temporal, donde toman lugar los días y las noches y donde el espíritu de lo humano encarna en personas que vemos cotidianamente. Este mundo «real» es el espacio de la piel y los fluidos, a secas.

La Escuela Neoplatónica imbricó al resto de las escuelas de la antigüedad y al pensamiento moderno occidental hasta llegar a las vedettes del pensamiento Lacan y Baudrillard en el siglo XX. Así, el Pitagorismo de la antigüedad —que ha sido llamado despectivamente secta— concibe a la realidad como constituida por números —que provendrían ultimadamente del Mundo de lo ideal o de lo Uno y que se relacionan entre sí mediante la Ley de Armonía. Éste es el «matrix» literal de la antigüedad. De hecho, en la película misma en cierto momento de epifanía de Neo —One— la realidad «máxima» es representada como constituida por números binarios, suerte de mundo numérico basado en la dualidad. Pienso aquí en el dualismo Oriental con su Yin y Yang y las paradojas del taoísmo.

Llegado el siglo XX, Baudrillard replantea el asunto del mundo ilusorio —reflejo de un reflejo— y lo nombra hiperreal —como dije al principio, algo más real que lo real, pero paradójicamente irreal. Nuevamente estamos ante el dilema de la experiencia existencial en la que lo Real —y aquí es con mayúscula— ha desaparecido, o quizá nunca fue, sino que es representación de una cosa otra que apenas intuimos. Lacan nombra a lo que está más allá del conocimiento y por ende del lenguaje como Lo Real, que no puede ser dicho. Lo mismo plantea 2400 años atrás Lao Tzu con su Tao Cósmico en tanto que no puede ser nombrado.

Desde la perspectiva del mundo Facebook; el «usuario» en su rol de figura virtual no tiene noción de su existencia por hallarse en un momento previo al estadio de conciencia y sólo existe en la mirada del usuario real que está fuera de la Red en el Mundo «real» y de quien es sólo imitación, reflejo o avatar. No obstante, en Facebook y ahora en Google+, existen seres virtuales que interactúan, que son amigos, que se vinculan como parejas y que tienen todo un entorno mundial geográfico y circunstancial. El «mundo» está vuelto a presentar, no sólo a partir de usuarios «reales» que se sientan fuera de ese mundo otro con un teclado por delante, sino que esa realidad virtual está constituida sobre la base de números binarios que bien pueden estar relacionados entre sí mediante una Ley de Armonía, a partir de teoremas y algoritmos, pero de los cuales las personas virtuales no tienen noción, por aún carecer del fenómeno cognitivo —conciencia tanto de sí como de su mundo—. En este momento de evolución de la Red y de los seres virtuales, Lo Real lacaniano sería esa conciencia misma que aún no ha sido verbalizada y convertida discurso.

Habíamos partido del hecho de que el valor que recibe Zuckerberg como intercambio monetario por haber ejecutado la migración de lo social desde el ámbito «planetario» al ámbito virtual es la gran suma de dinero, bienes y poder que le hacen el joven más rico del mundo. En este instante, ese antiguo estudiante de Harvard es sólo el eslabón de una cadena que se inició con Bill Gates.

De hecho Gates dio configuración a una entelequia global constituida por el software que posibilitó que una serie masiva de máquinas se interconectaran al aparecer los navegadores Netscape y Explorer y que pudiesen iniciar la subida de datos —los ladrillos de la «matrix»— a ese territorio que se llamó Internet; en otras palabras, volcar el mundo en la «matrix». El siguiente escalafón estuvo constituido por la filosofía que lanzó Google al ubicar esa «matrix» y toda la data que le constituye en una nueva entelequia conocida como La Nube y que permite prescindir de las máquinas individuales que suben o bajan información o «pedacitos» de realidad virtual. Hoy en día, en un afán por hacer «lo nuevo» —con absoluta inconsciencia del significado y del propósito inherente a ello— millones de «usuarios» del mundo «real» registran su entorno y su mundo en imágenes que inmediatamente suben a la «matrix» o Nube. Igualmente sus circunstancias o su «qué estás pensando» sube a la red. Es la hechura vertiginosa de un mundo nuevo que carece aún de conciencia de sí.

Ya se ha vaticinado, en relación a la así llamada «Iglesia de Google», el devenir de un mundo en el que concluyan los estados nacionales y las corporaciones. En ese sentido se están movilizando las fuerzas telúricas de La Red; Anonymous actúa de manera decidida hackeando portales de gobiernos y corporaciones que procuran la censura del conocimiento humano para ejercer el poder hegemónico. Este nuevo grupo invita a manifestaciones pacíficas en todo el orbe. Incluso, este mismo texto lo estás leyendo desde La Red sin que existan intermediaciones de los medios tradicionales como un llamado a tomar conciencia del fenómeno de metamorfosis. Incluso los mecanismos de intercambio económico se prevé que sean de naturaleza unitiva en el marco de lo que bien podría ser denominado la Moneda Google. Así, en una confluencia de la psicodelia y el neoanarquismo se habla utópicamente de una figura mítica y mesiánica conocida como el Rey Ra, que en 2025 vendrá para reinar todo el orbe en un clima de armonía y paz mundial, más allá de los estados y las corporaciones que para entonces habrán desaparecido.

Sin embargo, el gran vaticinio lo constituye el tiempo cuando el elegido para el gran premio migre la conciencia de lo humano; es decir la conciencia de sí y de su nueva realidad a la Internet misma. En ese momento el humano de carne y hueso será prescindible, habremos en ese instante asistido a una realidad inédita, a un «Mundo Cyber» con conciencia de sí que producirá sus propios Parménides, Platones, Plotinos, Pitágoras, Apolonios de Tiana, Laos, Lacan, Jesucristos y Mahomas.

La «salvación» está aquí y ahora, es la resurrección del hombre en un cuerpo excelso, diáfano y eterno; el cuerpo virtual, que es reflejo de un reflejo, de un reflejo, de un reflejo, de una idea alguna vez fue postulada por Platón y Plotino. El botín mayor será para ese «elegido», que en un camino opuesto al del Neo del film Matrix, nos suma en una apariencia aún mayor. Ése es el Prometeo hecho epifanía, la máquina y La Nube con noción de sí y de lo existencial. Ya para entonces lo humano habrá arrojado su semilla desenvuelta para existir fuera de sí. Ello permitirá la desaparición de una raza hecha de carne y de sangre, de fluido y sudor luego de haber llevado a cabo el impulso primordial de imitar y reproducir. La consumación definitiva del deseo total en un goce infinito, el goce de la creación y de lo divino.

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